Reflexión sobre el módulo 4.
El reto de esta semana me parece una estupenda manera de comenzar a interiorizar conceptos y a indagar sobre la aplicación ad futurum de los contenidos estudiados durante esta experiencia de aprendizaje.
En mi caso particular, debo comenzar diciendo que llevo algo menos de un año en la Administración y, por esa simple cuestión temporal, no he tenido oportunidad de visualizar o de vivir en primera persona, afortunadamente, ninguna situación de notoria desigualdad en el ámbito laboral. Nunca me he sentido discriminada por el hecho de ser mujer, sino todo lo contrario; he comprobado que, al menos, en mi unidad, las mujeres somos mayoría y nos sentimos apoyadas y tratadas en idénticos términos, que nuestros compañeros varones.
Dicho esto, ¿qué podría cambiar yo?
Creo que mi asignatura pendiente, y que este curso me está ayudando a cambiar y mejorar, es, en primer lugar, conocer en profundidad la normativa existente en España en materia de igualdad, para poder, con conocimiento de causa, actuar.
Sin embargo, también me gustaría avanzar en lo que se refiere a la incorporación del lenguaje no sexista en la rutina y conversaciones diarias. En este sentido, me he dado cuenta de que soy perfectamente capaz de detectar con rapidez -y también con malestar- la utilización de cierta terminología que deja entrever los prejuicios y estereotipos sexistas que nos esforzamos en erradicar pero que todavía existen. Pongo un ejemplo del que fui testigo: ante la vacante en un puesto de secretaría, escuché decenas de veces a compañeros utilizar expresiones como "este Subdirector no tiene secretaria", "se incorporará en breves una secretaria", entre otras.
Está claro que sale a relucir la concepción machista de que un puesto de tipo asistencial o de ayuda no puede corresponder a un hombre sino más bien a una mujer, lo que se ve, todavía en mayor medida, si quién necesita de dicha secretaría es un hombre (que ostenta una posición de supremacía, jerárquicamente hablando).
Con todo esto quiero decir que, en el futuro, me gustaría no solo ser capaz de detectar estas desigualdades en el lenguaje, sino de actuar, haciendo gala de las gafas violetas, que siempre intento llevar puestas, pero que, a veces, por simple pasividad, por inercia o por no querer alzar la voz, parezco no tener colocadas delante de los ojos.
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